martes, 3 de abril de 2012
La escalera de Maida
sábado, 10 de marzo de 2012
Y cuando tan alejada estaba la idea de viajar al Sáhara que ni ocupaba lugar, zas!!: se presentó delante de mi. Además, el caminito que me ofrecía para llegar a él estaba demasiado bien asfaltado y justo ese día resplandecía un sol en un cielo descubierto. Vamos, que no tenía excusas para no recorrerlo. Y fue así como di el primer pasito.
El viajar a los Campamentos de Refugiados Saharauis en Tindouf, es una oportunidad que, espero, me ayude a seguir descubriéndome, pero sobretodo lo que me propongo es que el trabajo que vamos a hacer no sea un trabajo en vano o un trabajo que perjudique más que otra cosa.
Ante la marcha tocan las despedidas temporales y la de esta ocasión fue un magnífico encuentro. Sólo teníamos la idea de juntarnos unos poquinos para unas cañitas, pero al final... Algunos y algunas no pudieron venir pero también estaba su esencia por allí. Ya os lo he dicho pero MIL GRACIAS POR NO PERMITIR QUE MI SONRISA SE BORRARA EN TODA LA NOCHE.
martes, 18 de mayo de 2010
Como he dicho, hoy es sábado y aunque los albañiles llevan desde la siete de la mañana metiendo caña a esos ladrillos de cemento, me he permitido el lujo de quedarme en la cama remoloneando hasta las 10.30h... Y es que en España tenemos muy hecha esa frase de "pegarme el lujo"... si para nosotros eso es lujo, qué será para los senegaleses? por que si no trabajan no reciben dinero y no comen... pero es que si la cosa se quedara en no comer un día..., pero es que si no comes tú no come la familia... es rara la persona que destina todo el dinero para su propia manuntención... aqui, lo normal, es que la persona tenga tras de sí, la carga de 4 personitas mínimo, que o bien son mujeres (sin trabajo aunque hayan terminado los estudios), o son los peques de la casa, una abuelilla, un hermano en el paro (y su respectiva familia)... no sé, se me ocurren muchas opciones y todas válidas y muy posibles por aquí...
En Zinguinchor, la persona no puede decidir solo pensando en él o ella...
Por otro lado quería contaros que ayer, fui al Hospital Regional (otro diferente al que fui la primera vez) para donar sangre... menos mal que lo visité por que si no la impresión que me iba a llevar a España de la sanidad de Senegal dejaba mucho que desear... No, las infraestructuras nos son como las nuestras, pero al menos dan sensación de higiene y orden... los colores de los edificios son blanco y azul celeste... cada edificio es para una especialidad (maternidad, minusválidos, hospitalización...)... casi todos unidos con pasillos o porches entre los que hay grandes jardines o zonas de descanso... Tienen más luminosidad que el Infanta... puede que sea gracias a que el único vehículo que puede introducirse es la ambulancia... lo demás son personas para un lado y otro... Recorriendo la maternidad, aprovechando todas las puertas abiertas para ver las condiciones, vi a tres peques en las incubadoras... Bueno... en serio... que salí muy contenta de ese Hospi...
Ala... que me voy, que solo quería compartir con vosotros lo que venia pensando de camino a la ofi...
miércoles, 20 de enero de 2010
El viento me habla
Casi al terminar la cuesta más empinada se aglomera un grupo de amigos que de lejos puede intimidar pero que como no se mueven de allí no te queda otra que pasar por su lado. Antes de llegar a ellos de forma muy esporádica pequeños duendes se han camuflado en forma de arbustos… suena muy fuerte el viento… me susurra, me impulsa en el último tramo…quiere decirme algo pero no me doy cuenta.
Hay mucho movimiento, hay mucho jaleo, difuso jaleo… pero la noche está en calma, está templada. El viento sopla contra mí pero no me siento débil, me siento arropada. Sigo sin darme cuenta de que me quiere decir algo.
Cuando las cuatro paredes donde vivo me achuchan y llenan el espacio de bochorno para asfixiarme (aún siendo pleno invierno y abriendo las ventanas), salgo con poco abrigo a respirar. Salgo a sentir ese aire en las manos, en la cara, incluso en los pies cuando me atrevo a salir con sandalias.
Esta noche ha vuelto a decirme algo. Esta vez les oí, pero no sé que me han dicho. Con una extraña, pero no incómoda sensación, me siento empujada a entrar en el corrillo de árboles que veo no muy lejos pero sí muy oscuros. Una rama me invita a entrar. Accedo a ser empujada y me dejo llevar.
Intentan llevarme al centro. Se manifiesta en mí cierto pudor por mirar hacia el cielo y verme envuelta en ellos. Después, todo sucedió lentamente; difuso, pero lento. Me embargó una desazón y unas tremendas ganas de llorar. Sigo mostrando respeto por entrar al círculo. Algo dentro de mí, no me dejaba tocar el tronco. Decidí afrontarlo paso por paso: primero las puntas de los dedos, después la palma, las dos manos…tocar el nudo, sentir la energía… Al regresar a las cuatro paredes, la pesadez había desaparecido.
Los árboles me han hablado a través de la energía y ha sido muy bonito, pero a la vez muy frustrante. Es una sacudida interna similar a lo que sentir cuando rompí la guitarra a golpes contra una roca. Es…difícil de explicar.
Caen, Enero de 2009
jueves, 9 de abril de 2009
De mayor seré...
lunes, 9 de marzo de 2009
SEVILLA-PARIS
Sobre-cruzando un cristal transparente algo empañado. Críticas aprendidas. Se descubre un entramado de altibajos rojizos y verdes, marrones, amarillos y azules…blancos. Recovecos coloridos. Esa capa transparente en la que el viento deposita sus recuerdos. Recuerdos que algún día caerán o que algún día se evaporarán. Papel arrugado, mal estirado después de arrugar. Estrías en la madre. Formas abstractas aparentemente, pero todo tiene su lógica. Ella los colocó ahí por algo. Ese algo/motivo pocos logran entenderlo, por ello, la mayoría intenta modificarla. Mar de nubes. Me recuerda a la espuma del Pacífico. El ruido del avión imita la tremenda inspiración del océano antes de soltar su rugido. A lo lejos, una pequeña mancha más nítida que el resto batea sus alas con tal maestría que no parece costarle la lucha contra el viento. Pero la espuma no es perfecta, no ha conseguido cubrirlo todo, ha dejado huecos por donde se ve un terreno teñido de blanco. El reflejo del sol quiere engañar tiñendo todo de color dorado. Desde aquí, parece tan finita la arena… Después, cuando pasó la marea, sólo dejó caspa.
Había olvidado qué era el dolor de oídos.
Hoy la gente está especialmente intranquila y revuelta aquí arriba.
miércoles, 4 de marzo de 2009
Aquel día fui yo…
Tras la cena, volví a oír el sonido de una dulce voz femenina y adulta, y la risa amable y sincera que ya había oído en otra ocasión. Era la pequeña María. Esas risas nunca me las había dedicado a mí pero pude reconocerlas. La persona que le acompañaba era su mamá que tras tres días de camino en bus, tren y coche logró abrazar a su hijita. No se repetía ese hecho desde antes de verano, con suerte, no más de un año.
La mamá de María vive en la “República de Ingusia”. Son pequeños países que pertenecían a la Unión Soviética y que se sitúan al sur de Georgia. En ese momento, la situación política y social de su país había obligado a la familia de María mandarla a un internado a más de 2000 kilómetros de su hogar, lejos de su padre (que constantemente abandonaba su casa por tener que servir a su país en las amenazas de guerra), sus dos hermanos mayores (9 y 13 años, pero ya eran útiles para trabajar) y lejos de los abrazos de su mamá.
Yo siempre había pensado que esa niña era feliz; tenía 6 años y siempre estaba riendo con sus amigas entre juegos y canciones. Pero esos días comprobé que la felicidad se reflejaba con otra cara en sus ojitos…ahora, ahora sí era feliz.
Una noche, cuando los niños ya estaban en la cama y yo regresaba de mi vagabundeo por los largos pasillos del colegio, me encontré a la mamá de María perdida por los pasillos de ese gran laberinto, cuyas luces parecen fundidas a partir de ciertas horas. Buscaba un poco de agua caliente para tomar un té. Nadie le había ofrecido ni una sola mísera taza de agua caliente. En el internado le dejaron cobijarse en las habitaciones donde dormían los enfermos mientras las otras estancias se reformaban. Habitaciones con muy pocas condiciones saludables; no era raro dormir con ratas recorriendo los bajos de tu cama o tener como agua una especie de líquido de color marrón semitransparente…
Esa noche, no me dio la gana de que esa señora se quedara sin un “lujo” que a otras personas sólo le costarían unos minutos (aunque allí parecía que les costaba casi la vida): una taza de agua caliente para hacerse una infusión. Todavía a regañadientes una cuidadora me calentó un poco de agua en una tetera eléctrica (ni siquiera pagaba ella la electricidad) y esa noche tuve el gusto de tomarme una taza de té con la mamá de María.
Pensé que era una buena ocasión (mejor que ninguna otra) para sacar el té de bayas moradas que meses antes había comprado con la intención de invitar a mis futuros amigos una tarde de esas (¿amigos?)
Pasamos muchas horas hablando cada vez más alucinadas, tanto la una como la otra; por que hay que tener en cuenta que yo chapurreaba el ruso pero no tenía nivel para ir más allá del “yo me llamo…” “vivo en…” “soy española…”, y ella sólo hablaba ruso y el dialecto de su país. Hablamos de lo difícil que es para ella dejar a sus dos hijos, tal y como está su país, para ver a su hija (en teoría a salvo de guerras); pero claro, ella no podía vivir más tiempo sin abrazar a su hija y sin saber casi nada de ella. Durante el tiempo que no se ven, los recursos económicos son tan escasos que no se pueden permitir conferencias telefónicas de tan larga distancia (ni siquiera tienen teléfono). Yo no puedo imaginar la angustia de esa madre sin tener la certeza de cómo está su hija a tantos kilómetros.
Entre unos de sus comentarios, de eso si me enteré, dijo: “y yo, hablando con una española, ¿quién me lo diría?” Y le noté ilusionada. La ilusión de cuando les hablas de hadas a los peques (y no tan peques)…una ilusión inocente, verdadera…de esas que no hace falta hablar para que se sepa, pues en su cara se refleja todo….
Y me sentí feliz. A esa señora, le hubiese hecho igual ilusión hablar con una sueca, una francesa, una…al fin y al cabo con una extranjera; lo sé, pero es que da la causalidad de que esa extranjera, en ese momento, fui yo, y que además participé de esa ilusión como si fuese mía…
Días después, pensándolo, me sentí infeliz por lo egoísta que era. Hasta mi encuentro con la mamá de María, me sentía la más “triste” de Interdom, no me daba cuenta que el estar allí era mi elección, era algo voluntario y que, sin embargo, más de 450 niños no tenían otra forma de vivir sino era de esa manera.
El último día, cuando se despedían, yo estaba delante. María escuchó atenta a su mamá. En un momento de su conversación, me señaló a mi (yo no entendía nada), María solo me miró y siguió escuchando a su mamá. En la verdadera separación yo no estuve (menos mal) y no sé que pasó aunque me lo imagino…esa tarde, Maria la pasó entera abrazada a mi. Hecho curioso por que antes de venir su mamá, no se me había acercado a menos de un metro, ni siquiera consentía que le tocara la cabeza; pero desde esa misma tarde, en los ratos que los peques podían estar más “sueltos” (parecían estar atados con correas) María no se separaba de mi.
Lo recuerdo como si hubiese pasado este enero. Sin embargo, es un recuerdo, que me ha costado sacar del saco de Rusia. Poco a poco espero sacarlos todos, sino es para compartirlos, al menos espero que sea para pasearlos por la zona “consciente” de mi memoria.