Esta entrada, es un cuento que Maida ha escrito y me ha permitido compartir con tod@s vosotr@s . Creo que merece la pena y estoy segura de que pensareis igual al terminar de leerlo.
Vivo en una extraña comunidad.
En el ático, al que jamás hemos tenido acceso los que vivimos en los pisos inferiores, viven unas personas con las que jamás nos cruzamos pero que hacen muy patente su existencia. A pesar de que la caldera, la luz y la cometida del agua están en el sótano, a alguien le dio por colocar todas las llaves de paso del agua, luz y calefacción arriba (no sé quién lo hizo; cuando llegué ya estaban ahí).
Estas personas que viven en el ático tienen acceso a todos los pisos inferiores y, periódicamente, entran en las casas a saquear las neveras de sus vecinos. Nunca les vemos hacerlo y, hasta ahora, creíamos que eran paranoias de los del primero que llevan quejándose desde que yo me acuerdo.
En realidad todos habíamos notado alguna vez que desaparecían cosas de la nevera, pero a medida que ibas subiendo la escalera, los dueños de los pisos apreciaban hurtos menores que más que afectar a su supervivencia, afectaban a sus deseos: un vino reserva, caviar, ... pero nada vital. Además, siempre han pensado que podía ser cosa del servicio, que son vecinos de los pisos inferiores y tienen pinta de desarrapados.
A los de arriba se les ve gente elegante y educada. Jamás los han visto trabajar en nada pero ¿por qué ponerlos en cuestión si dan unas fiestas estupendas a las que en ocasiones son invitados? Definitivamente son personas respetables.
Los del bajo tienen mala cara (mucho peor que los del primero) y hemos observado que todos tienen una cicatriz en el costado, pero no suelen decir nada; apenas tienen fuerzas para dar los buenos días y casi todos nos hemos preguntado qué les habría llevado a esa situación. Pero nunca nos dio por indagar a fondo. Como mucho, la del cuarto les daba alguna vez algo de ropa y comida porque le encogía el alma verlos en aquellas condiciones, sobre todo a los niños. Sin embargo, últimamente la cosa está cambiando.
Casi todos los pisos empiezan a notar sus neveras más vacías de lo normal y, aunque seguimos sin ver a los autores de los saqueos, muchos vecinos han encontrado huellas que se dirigen hacia el ático. Se dice que disponen de un almacén donde guardan el botín, fruto de sus incursiones. Incluso algunos comentan que las fiestas arriba se han multiplicado y que han hecho una piscina-jacuzzi en la terraza comunitaria sin consultar a nadie, conectada al agua y la luz que pagamos todos... menos ellos.
Llevan años debiendo la cuota de la comunidad, aunque no sabemos muy bien a quién reclamar porque, al parecer, el ático está a nombre de una empresa con sede en Liechtenstein, que se lo cedió a una fundación española con fines sociales cuya presidenta dice serlo sólo de forma honoraria y que no tiene relación alguna con los propietarios del ático. Desconocemos qué vínculo existe entre los ocupantes de la vivienda, la empresa y la fundación, pero los vecinos prefieren no removerlo porque tal vez nos cueste más el collar que el galgo. Además, enemistarnos con los que tienen tan a mano las llaves de paso de los suministros básicos de todo el bloque también podría traernos algún que otro problema.Al menos eso es lo que ha dicho el presidente y, aunque ha habido corrillos criticando el tema, nadie se ha decidido a hacer nada.
El presidente de nuestra comunidad, debido a su cargo, ha visitado ocasionalmente el ático e incluso, ha asistido a alguna fiesta. Así que, ante tanto desconcierto, hemos intentado hablar con él para ver si sabía con exactitud lo que estaba pasando. Hace poco nos comunicó que no tenía suficientes datos y que consultaría a un experto en la materia para arrojar luz sobre tanto rumor.¿Y quién podría tener más datos que uno de los vecinos del octavo? Él vive justo debajo de los del ático y, por cercanía, es asiduo a sus fiestas y conoce de primera mano todo lo que allí sucede.
El experto ha hecho un análisis exhaustivo de la situación del bloque y ha llegado a la siguiente conclusión: los problemas que perciben los vecinos de los pisos de abajo se deben a la falta de un buen control del gasto energético de sus cuerpos; sus organismos gastan demasiado. Debido a su alto requerimiento comen sin orden ni concierto. Por eso, tienen la sensación de que sus viandas se reducen o desaparecen.
Quizás no sean muy conscientes de ello pero asegura que puede demostrarlo científicamente. Para ello ha solicitado los servicios de su vecino de rellano, otro prestigioso experto (no tenemos muy claro en qué, pero algunos dicen que es médico especialista en trasplantes de órganos). Este señor ha constatado que nuestros cuerpos están haciendo un gasto energético elevadísimo ya que tenemos órganos duplicados que provocan un auténtico derroche. Por ejemplo, tenemos dos riñones cumpliendo la misma función cuando todos sabemos que con uno solo se puede llevar una vida perfectamente normal. Insiste en que el ahorro energético que conseguiríamos al donar un riñón sería espectacular; él se encargaría de realizar todas las operaciones. Algunos entendidos de los pisos intermedios se han llevado las manos a la cabeza, pero otros han empezado a hacer estadísticas y el resultado es indiscutible: un riñón produce menor gasto energético que dos.
Esta teoría ha ido tomando fuerza en los últimos tiempos y ahora ya oyes a personas en todo el bloque discutir sobre los pros y los contras de llevar a cabo la extirpación de un riñón a todos los vecinos.
Alguna vez se oye a algún vecino protestar enérgicamente contra tamaño disparate y nos recuerda que el problema inicial era que sospechábamos que los del ático nos estaban saqueando, pero su voz es apenas perceptible. Siempre salen otros que repiten machaconamente que los expertos saben de lo que hablan y que no hace falta ser muy listo para saber que dos consumen más que uno. Cualquier negación de esta realidad es pura demagogia. Aunque sea doloroso, debemos hacer este esfuerzo para dejar atrás los despilfarros a los que acostumbrábamos.
Tampoco descartan la posibilidad de exptirpar un pulmón a cada vecino para que el ahorro sea más eficaz y están en estudio el resto de órganos duplicados. Algunos estamos perplejos; no entendemos cómo se ha llegado a este debate que provoca encendidos enfrentamientos entre los vecinos de los pisos inferiores y que ha creado un extraño clima de desconfianza, miedo y frustración que, en última instancia, se está tornando en cierta aceptación.
De los del ático apenas hemos vuelto a saber nada. Los saqueos no sólo han continuado sino que cada vez son más frecuentes y copiosos. De vez en cuando oímos la música que llega desde arriba, pero nadie parece prestar demasiada atención; están demasiado ocupados decidiendo cuáles deberían ser los primeros en someterse a la necesaria operación.